"Creo
que ni siquiera creyeron que fuera algo serio, alguien de 11 años intentando
comunicarse con ellos", reflexiona su madre, Alyssa Tam.
Pero
Emma, que ya cumplió los 12, ha logrado avanzar en el asombroso proyecto,
abriéndose paso en la jungla de cemento de Manhattan en base a ingenio y
perseverancia.
Su deseo
de desarrollar la aplicación para dispositivos móviles no proviene de un
interés comercial, sino sobre todo de una angustia personal: su abuela
vive en Hong Kong, al otro lado del mundo, y sufre de Alzheimer.
Fue esa
abuela paterna quien ayudó a criarla hasta hace dos años, cuando la niña se mudó
a Nueva York con sus padres.
Y ahora,
cuando ambas hablan por teléfono un par de veces por semana, Emma nota a la
distancia el deterioro que la enfermedad produce en su octogenaria familiar.
"Es
muy difícil para nosotros tener una conversación porque ella se olvida que ya
hizo una pregunta. Y vuelve a hacerla una y otra vez", le dice Emma a BBC
Mundo.
"Quiero
usar la tecnología para poder comunicarme con ella, ayudarla a reconocer
gente a su alrededor, a que esté al día con nosotros, aunque vivamos tan
lejos", explica.