El agua
de un arroyo siempre fluye montaña abajo, la piedra que tiras desde la orilla
siempre cae siguiendo una curva predecible.
Pero
cuando los científicos se pusieron a fisgonear entre los minúsculos bloques
elementales de la materia, toda certitud se esfumo.
Encontraron
el extraño mundo de la mecánica cuántica.
En lo
profundo de todo lo que vemos a nuestro alrededor, encontramos un universo
completamente distinto al nuestro.
Parafraseando
a uno de los fundadores de la mecánica cuántica, lo que llamamos real está
hecho de cosas que no podemos considerar reales.
Hace unos
100 años, varios de los más grandes científicos entraron en un mundo extraño y
encontraron que en el reino de lo diminuto, las cosas pueden estar en dos
lugares al mismo tiempo, que sus destinos los dicta el azar; es una dimensión
en la que la realidad desafía al sentido común.
Se
enfrentaron con una posibilidad aterradora: la de que todo lo que pensábamos
que sabíamos sobre el mundo podía ser completamente errado.
La
historia de nuestro descenso al delirio científico empezó con un objeto muy
improbable.
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